top of page

Mi mundo

C.S. , paciente adulto de 30 años siente que nadie le apoya, nadie le quiere, nadie le entiende.

Ni su familia ni sus amigos, todos le fallan. No encuentra el sentido a este tipo de vida.
Harta de sentirme sola e incomprendida. ¿Qué le pasa a toda mi gente?. Mi padre me ataca sin parar con sus reproches, ¡que pesado!. Mi hermana es una egoísta, no le vuelvo a pedir nada nunca más.

Será ingrata, con todo lo que he hecho yo por ella. Necesito hablar con mi amiga Laura pero no me coge el teléfono y no me responde a los mensajes. No sé si esto se puede considerar una amistad. La aprovechada, sólo me utiliza cuando no tiene otro plan. Buscando el consuelo de Luis, le he contado todo lo que me ha pasado. Ha reaccionado fatal, molesto y sin prestarme atención.  Sin duda, se han puesto todos de acuerdo para amargarme la existencia.

Podemos comprender que el mundo exterior no es sino un reflejo de nuestro mundo interior. Si todos se comportan mal conmigo debo hacer una introspección para buscar esos sentimientos en mi interior. Las vibraciones que emito, son las que me devuelve el espejo. Mis percepciones de los otros son la forma de poder ver mi interior, que de otro modo sería incapaz de observar.


Este concepto es realmente una gran ventaja para mí puesto que me permite analizar cada situación conflictiva en la cual no puedo controlar mis emociones. En lugar de dejarme llevar por ellas, antiguamente me recomendaban “contar hasta diez”. Es buena idea, aprovechar no para contar sino a bucear en mi interior buscando con mi capacidad racional qué emoción ancestral se ha removido. 

Esto es posible con cierto entrenamiento paulatino en el breve lapso de tiempo que media entre el conflicto y la reacción.
Estas emociones que me hacen padecer se han grabado en mí antes de mi etapa de adulto. Desde la concepción hasta los 7-12 años, etapa en la que mi cerebro carecía de recursos para comprender o para reaccionar. Además era tan pequeño, tan débil, tan dependiente, que los mensajes que recibí se grabaron en mí como una ley inmutable.
Esto fué así pues provenían de los seres maravillosos, grandes y fuertes que eran mis padres.
Wilder Penfield, neurocirujano de la Universidad de Montreal, en 

1951 al operar a enfermos de epilepsia experimentaba tocando la corteza temporal del cerebro con una débil corriente eléctrica transmitida a través de una sonda galvánica.


Una de sus conclusiones más importante fue el hecho de que se registran con todo detalle no sólo los acontecimientos pasados sino también los sentimientos asociados a ellos.
También descubrió que el recuerdo permanece intacto en la memoria del sujeto aun cuando éste ya no es capaz de recordarlo.


Por ello, una situación análoga (sensación subjetiva) del presente puede desencadenar este recuerdo y no sólo éste sino también el sentimiento que le acompañaba.

Penfield demostró que las personas pueden existir en dos estados al mismo tiempo, el tiempo presente en que se presenta el conflicto y el recuerdo del pasado que suscita esta situación actual. Es decir, que podemos recapitular y analizar el momento para ir desmenuzando y sacando a la luz nuestros daños, que según el doctor Thomas A. Harris corresponden a nuestro Niño y nuestro Adulto es el que utiliza la capacidad racional de identificación y recuperación.



​Bibliografía:

Thomas A. Harris, (Yo estoy bien, tú estás bien)
Joaquín Grau, (Tratado teórico-práctico de Anatheóresis)​

bottom of page